A sus 67 años, Julio Iglesias confiesa ser "un viejo zorro" que cantó mal y aprendió tarde, pero que regresa a las Pirámides de Guiza treinta años después de actuar por primera vez, en una gira internacional que tiene propósito de enmienda.
"Desgraciadamente aprendí tarde, pero aprendí. Si no hubiera aprendido, no habría vuelto (a los escenarios internacionales que visitó hace décadas)", afirma Iglesias en una entrevista con Efe, horas antes de ofrecer un concierto con el trasfondo del majestuoso conjunto de las Pirámides y la Esfinge de Guiza.
El espectáculo, que fue aplazado el pasado mes de mayo por razones técnicas, forma parte de su gira mundial "Starry Night", iniciada en enero pasado en Uruguay y que toma su nombre de un disco homónimo editado en 1990.
El cantante español más internacional, que ya actuó en el mismo lugar en 1981 invitado por el entonces presidente egipcio, Anuar el Sadat, asegura que "volver a cualquier lugar es siempre una especie de premio", que sólo se da "cuando los pueblos siguen, en el fondo de sus vidas, queriéndote".
Iglesias recuerda enseguida que fue, tras Frank Sinatra, el segundo artista occidental que cantó al pie de la última de las siete maravillas del mundo antiguo; hasta ellos, "solo invitaban a artistas que se llevaran bien con la Esfinge y tuvieran una música no muy fuerte", agrega.
"Las pirámides tienen una energía natural increíble", explica el intérprete de canciones como "Bamboleo", que no conserva apenas imágenes de aquella primera vez y que, para enmendar el error -"antes era medio boludón"-, ahora grabará el concierto en alta definición.
La vida de las Pirámides de Guiza sigue igual, con "el desierto y la arena alrededor y la misma sensación de que la cara se te ilumina cuando se habla de ellas", pero Iglesias admite llegar con "las piernas mucho más flojas".
"Todo lo que es físico en mi vida está en un período de vuelta. No subo las escaleras como las subía a los 30 años y no recorro el escenario con aquella fuerza física, pero sí con más emoción", precisa.
La clave, dice, está en que "lo que se pierde físicamente se va acumulando y capitalizando en el corazón y el cerebro" y él, a su edad, trata de mantener "una disciplina cerebral fuerte".
"Dos horas de escenario a los 67 años es como cinco partidos de fútbol a los 30", indica quien ha vendido 300 millones de discos y ha ofrecido más de 5.000 conciertos en 600 ciudades del mundo.
Con la sinceridad de quien no tiene nada que perder, Julio Iglesias está convencido de que su éxito internacional en la década de los 80 llegó "cuando no estaba preparado artísticamente".
Y ahora, ha vuelto a recomponer su "matrimonio" con la compañía Sony para preparar un disco que, bajo el título de "Número 1", reunirá más de 50 temas que estuvieron en lo más alto de las listas de ventas de todo el mundo.
El objetivo, señala, "es volver a cantar lo que canté mal, porque siempre fui un artista mediocre, pero cuando empecé a cantar con Sinatra, Stevie Wonder o Sting, aprendí".
La nueva aventura le está permitiendo redescubrir y "rehacer" algunas de sus composiciones más conocidas como "Quijote", "33 años", "Momentos", "De niña a mujer", "Canto a Galicia", "Me olvidé de vivir" o "La vida sigue igual".
"Forman parte de una historia pequeñita, pero las tonterías sencillas que decían aquellas canciones me parecen fundamentales en mi manera de ser", asegura quien ha cantado en Finlandia o China con "coplas pequeñas que tocan el alma de las gentes sin ninguna identidad política".
A esta segunda oportunidad lleva entregado desde que se casara en agosto pasado con Miranda Rijnsburger, después de veinte años de vida en común y cinco hijos.
"La luna de miel la pasé en el estudio", bromea Iglesias mientras saluda a una turista estadounidense. Cuando la admiradora se aleja, Iglesias confiesa: "Seducir después de 40 años es casi un milagro".
"La boda con mi mujer ha significado tanto para mis hijos que si los dos hubiéramos sabido eso, nos habríamos casado mucho antes", añade un artista que habla sereno de música, política o del vino que elabora junto a unos amigos y que ha sido distinguido recientemente por el diario "New York Times" como el mejor vino español del año.
Antes que "señor o truhán", Iglesias dice que ha sido siempre "un golfo", amante de "lo bonito de la vida pero sin dar jamás la espalda a lo feo, lo marginal o los marginados".
Y dice contar con energía para rato: "Voy a cantar hasta que muera porque, aparte de que no sé hacer otra cosa, mis piernas se llenan de agua y se hacen pesadas si no canto".
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