jueves, 24 de marzo de 2011

Alberto Cortez:“La gente se hartó de escuchar música basura”


Entrevista. En el día de su cumpleaños, el argentino radicado en España se presenta en el Coliseo. Habla de su dueto con Ricardo Arjona y de su pena por la falta de reconocimiento. “Las compañías prescinden de los no vendedores de discos en cantidad industrial”.

Madrid.-
Como Haroldo Conti en La balada del álamo Carolina, Alberto Cortez se siente un árbol. Un árbol que, como promueve el cuento, creyó, por un tiempo, que no iba a ser más que eso hasta que un día vio que sobrepasaba los pastos. Y ahora no pretende más que esa dulce luz del verano que lo recubre. Y dentro de esa luz está él, viejo álamo, todo recuerdo. A medida que se pone grande, se llena de tantas preguntas como de pájaros… El argentino más español cantará hoy y mañana en el Coliseo. Viene de reeditar el tema Mi árbol y yo, en dupla con Ricardo Arjona.

Y defiende al guatemalteco: “Tiene grandes valores”.

Dentro de esos tiradores que abrazan un cuerpo robusto hay un pampeano triste por “cierta falta de reconocimiento”. Sabe que es profeta en su tierra, pero se lamenta por lo que pasa hoy del otro lado del océano: “En España generalmente la prensa no me tiene en cuenta. Soy de alguna forma, y no lo digo para colgarme medallas, pionero en la cantautoría. Llegué a España, me metí en la música francesa, toda una mentalidad en la era en la que España era de una mediocridad absoluta”, suelta catártico. “Ojo, participé de esa mediocridad a mis 20 años, cuando quería mi coche y una mujer en la cama”.
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Hoy cumple 71 años y esa herida de la “invisibilidad” le sangra. Pero no derrama odio, sino más bien un lamento dulce, como de resignación: “No es que yo sea maravilloso pero por lo menos quisiera que me tengan en cuenta cuando se recuerdan las raíces. A medida que uno va creciendo en edad las compañías empiezan a prescindir de los no vendedores de discos en cantidades industriales, de los que sólo tenemos una clientela. Las compañías empezaron a hacernos de lado. Y así, un buen día, me convertí en carroza (viejo)”.
Carroza pero no calabaza. Por eso lanzó su enésimo disco (Tener en cuenta), a modo de advertencia: “Precisamente se trata de tener en cuenta a los seres que están olvidados. Sacarlos de las fauces de la sombra. No olvidar a Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Francisco Canaro...”, enumera. “La gente está ávida de escuchar cosas serias. Se hartó de escuchar música basura, tiene ganas de emocionarse con una canción. Y no hay música para adultos. Esto conforma un panorama arduo para quienes intentamos seguir emocionándonos”. Por como lo describe, suena desolador el panorama para los músicos que intentan un vuelo parecido al suyo. ¿Es tan alarmente? Es ligeramante desolador. Ahora tiene que salir un chico lindo, joven, guapo. Las discográficas se preocupan sólo por la cosa física. ¿Por qué su acercamiento a Ricardo Arjona, el Serrat de supermercados como le dicen? ¿Era una garantía de éxito? ¿Lo que ambos hacen puede ser comparable? Que le llamen como quieran. Los que le llaman así es porque quisieran ser ellos Arjona y no lo son. Lo conocí en el programa de Juan Alberto Badía. Cuando lo escuché cantar le dije Qué bueno que alguien cante cosas diferentes. Y ese día, en el hotel, encontré un ramo de flores suyo. Pasado el tiempo me consultó quién podía negociarle un contrato discográfico y le ofrecí a mi manager. Nos hicimos amigos. Y me contó que de chico, cuando el padre tenía una reunión, le decía Ricardito, cantanos Mi árbol y yo. Me dijo que la lleva en la sangre. Y la grabamos. A él se lo acusa de abusar de la metáfora. ¿Coincide? Nadie usó más la metáfora que Lope De Vega por ejemplo. Acusar a alguien de eso es un poco arriesgado en el mundo de la poesía. Yo le reconozco que tiene unos valores importantes. Y la gente no es tonta. ¿Se puede llegar a su edad sin pensar que lo mejor ya pasó? Supongo que sí. Estoy escribiendo una canción a propósito de que en San Rafael me llamaban “Chiquito García”. Pienso que ese era un tarambana importante pero ¡qué no daría por volver a ser ese! Ya no me pongo metas, pero sí la de tratar de andar todo el tiempo que pueda y amar y amar a mi mujer, con la que cumplimos 47 años de casados. Y ya el día que llegue la señora de blanco me gustaría que venga a buscarme como a Yupanqui, cuando afinaba su guitarra para un recital. El poeta de Rancul, ese que hoy cantará Cuando un amigo se va, Callejero y otros cuantos de sus “precintos” no puede dejar de hacer eso que hace en cada entrevista: endiosar a su mujer. “Esto no es un milagro. Lo nuestro ha durado y ha durado tan bien por el hecho de no tener hijos. Es una protección mutua. Cuando nace un hijo se rompe la pareja y se da paso a la familia. Y nosotros solitos somos la familia”, cierra y canta su Tener en cuenta, un tierno reclamo de atención. Tener en cuenta es lo que cuenta/ Es rescatar a los que viven olvidados/ En las oscuras entrañas de un fracaso/Y es aliviarles vivir en el ocaso...

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